Ellos y nosotros – cómo entenderse el uno al otro
”El danés no es un idioma, es una enfermedad de la garganta”. No sé si es verdad que dijera esto Camilo José Cela, pero no cabe duda de que el danés es muy difícil para un extranjero. Sin embargo, no es el único desafío, ni mucho menos, que tienes cuando llegas a vivir a Dinamarca.
Si has encontrado el amor con un@ danes@ y habéis decidido vivir en Dinamarca, es natural que tanto tú como tu pareja estéis preocupados de si vas sentirte bien en un país y una cultura que de varias maneras se distinguen de tu país de nacimiento.
En mi trabajo como psicoterapeuta a menudo tengo parejas en las que una parte es hispanohablante, es decir de España o América Latina, y la otra danesa. Aquí escribo sobre algunas de las diferencias culturales que pueden ser desafiantes en el encuentro con Dinamarca y que también pueden ser fuentes de malentendidos o desacuerdos en una pareja mezclada.
Hablando de ’hispanohablantes’, me refiero a gente de España y varios países latinoamericanos. Seguro que no se puede generalizar sobre tantas nacionalidades, pero mi intención no es dar una imagen exacta, sino indicar algunas tendencias.
Hablar es plata, callar es oro – ¿o al revés?
He oído a muchos hispanohablantes extrañarse con los daneses: “”No es como en España que todos hablamos con todos. Pueden estar al lado 24 horas contigo y no hablarte.” En comparación con los españoles a los que les encanta charlar – con el vecino, el frutero, un desconocido en el autobús – los daneses parecemos reservados, incluso cerrados.
Para un danés es muy cómodo hablar con un hispanohablante porque si no sabes qué decir, el otro procura mantener viva la conversación. Me parece que no les gusta el silencio, ni las pausas cuando hablan (es mejor hablar dos o más personas a la vez que no hable nadie). El problema es que un danés que no hable mucho, corre el riesgo de que piensen que no esté interesado, aunque no sea así.
Una mujer dice: “Son precavidos, no suelen hablar espontáneamente. Muchas veces necesitan que alguien empiece la conversación, ya que son poco comunicativos.”
Y otro: “Creen que otra gente no quiere ser molestada con preguntas sobre su vida, pero si tomas tú la iniciativa, sí que quieren hablar.”
Para un extranjero vale la pena saber que a algunos daneses les cuesta iniciar una conversación, lo caul no necesariamente significa que no tengan ganas de hablar.
La empatía y la autosuficiencia
Muchos hispanohablantes piensan que a los daneses nos falta empatía. Una española aclara: “No es que nazcan sin empatía, y no creo que no tengan capacidad de empatía, sino de expresarla.”
Esta mujer, cuando expresa tristeza o enfado, en España está acostumbrada a que se está presente y físicamente cerca, se abraza, se coge la mano, mientras en Dinamarca lo correcto es dar espacio y retirarse.
Hay que reconocerlo: a muchos daneses los sentimientos nos dan corte. Si por ejemplo alguien está de luto, no sabemos qué decir porque, ¿qué puede pasar si decimos algo incorrecto? ¿O si nos rechazan? No, ¡lo más seguro es no meterse en la vida de los demás!
Yo creo que es útil saber (tanto para los daneses como para los hispanohablantes) que este temor que tenemos los daneses muchas veces es interpretado como frialdad o falta de empatía (y claro, puede que a veces también lo sea). Y hay que estar conscientes de que en una pareja dos maneras tan distintas de percibir y manejar los sentimientos pueden crear conflictos.
A los daneses también nos ven como bastante individualistas y autosuficientes, tanto que se nos olvida preguntar a los demás si necesitan ayuda. Dice uno sobre sus compañeros de trabajo daneses: “Si necesitas ayuda, no te la ofrecen por sí mismos, pero si se la pides, acudirán rápidamente sin poner malas caras”. Por otro lado, a este hispanohablante no se le ocurre pedir ayuda porque en su país está acostumbrado a que se la ofrecen automáticamente.
Distintas maneras de ser social
Muchos hispanohablantes viven una gran parte de su vida social en el espacio público. La gente se encuentra con sus amigos en bares y restaurantes llenos de vida y ruido. Y como los amigos de tus amigos también están bienvenidos, es facil tener muchos contactos.
Pasar una noche entera en casa, como lo hacemos los daneses cuando invitamos a amigos a cenar con vino tinto y velas, un ejemplo del famoso ‘hygge’ danés, no es muy comun entre hispanohablantes. El clima y el nivel de precios seguramente juega un papel aquí, pero también es una cuestión de mentalidad. Me da la impresión que esa forma de socializar en casa sin el ruido y la distracción que hay en un bar, casi puede causar un poco de ansiedad en muchos hispanohablantes.
En algunas parejas mezcladas, las preferencias en cuanto a la vida social puede ser una fuente de desacuerdos. Muchas veces se han conocido en España/América, donde vivían la vida típica de allí, es decir salían mucho. Cuando vienen a vivir a Dinamarca, tienen distintas expectaciones, porque la parte danesa deja de querer salir tanto y el hispanohablante sigue queriéndolo. Es una buena idea hablar de esto a principios de la relación, para que los dos sepan qué espera el otro.
“Improvización es una palabra que no existe en el diccionario danés”
Una española cuenta cómo recibió con alegría y después estupor su primera invitación a un cumpleaños en Dinamarca – ¡con casi tres meses de antelación! Y su experiencia es que ese tipo de celebración está planeada detalladamente: “la lista de deseos” es más bien una “lista de pedidos”, así que nada de sorprender con un regalo inesperado. La fiesta empieza con un “discurso” presentando el “programa” de la noche, para que a nadie se le ocurra improvisar. Incluso te indican dónde te tienes que sentar durante la cena que puede durar 4-5 horas, o sea una eternidad.
A un hispanohablante le puede costar acostumbrarse a esa manía de planificación. Un danés necesita un par de semanas para encontrar espacio en el calendario para un café, en vez de tomarlo AHORA. Incluso los niños hacen “citas para jugar”, como comenta una mujer con asombro. En cambio, el danés prototípico se encuentra bien con la estructura y la previsibilidad.
Muchos hispanohablantes tienen una percepción menos estricta de la puntualidad. “Ahora vengo” puede significar dentro de cuatro horas y no tiene nada de malo, pero eso no lo entiende el danés que lo toma literalmente. Una cita se puede cambiar si pasa algo, sin que nadie se ofenda. Para un danés una cita es una cita, y los cambios a última hora no siempre están bien vistos (porque le ponen nervioso), lo cual, por otro lado, puede parecerle rígido a un hispanohablante.
Estas diferencias, claro, pueden casusar conflictos en una pareja mezclada. Por eso: es importante aclarar las expectativas y comprender las raíces culturales del otro.
¿Cómo tener amigos daneses?
Para muchos hispanohablantes esta es una pregunta casi imposible de contestar. Dicen:
“Para tener amigos daneses no sé qué hay que hacer. Mi teoría es que los daneses crean relaciones de amistad a muy temprana edad, y una vez adultos no tienen interés en crear nuevas relaciones.”
”Me cuesta llegar, traspasar ese muro en el que muchos se fortifican.”
“Soy alguien muy social y me resultaba difícil entender cómo en el trabajo, a pesar de que yo intentenba hablar con ell@s y relacionarme, muchas veces me evitaban […] Hasta que entendí que no es personal y que les cuesta muchísimo relacionarse con otr@s, especialmente si no es en danés, y que es una cuestión de tiempo – un tiempo muchísimo más margo que en España.”
Mientras estaba escribiendo este texto, en internations.org publicaron una investigación que muestra lo mismo: Dinamarca es el país (entre 64) donde es más difícil tener amigos. Así que no me extraña que los hispanohablantes tengáis esas experiencias.
Resumiendo, tener amigos daneses es un trabajito y hay que tener muuucha paciencia. Yo creo que es más facil a través de los estudios, el trabajo, también el trabajo voluntario, entre gente que habla castellano, los grupos de mamás (mødregrupper) y entre los padres de los amigos de vuestros hijos.
No es inconveniente acceptar una invitación sin más
Una mujer cuenta cómo un colega de trabajo la invitó a comer después de un mitin prolongado. Ella dijo que no hacía falta, pensando que el otro insistiría en pagarle la comida. Y no lo hizo, lo cual le sorprendió mucho.
A mí no me sorprende porque el código cultural en Dinamarca es que tomamos un ‘no’ por un ‘no’ y, si rechazas una invitación, no te queremos molestar repitiéndola. En España, sin embargo, es una señal de cortesía no acceptar sin más. O sea, para no perder una invitación danesa, tienes que accostumbrarte a ser “descortés”.
Diferencias y cómo manejarlas
Como en todo tipo de conflictos, las diferencias entre un hispanoblante y un danés no es lo importante, sino cómo los dos las enfrentan. Si creen (lo cual es muy típico – en todas las parejas) que sólo existe UNA forma correcta (y claro, ¡es LA MÍA!), querrán convencer al otro de eso. Y si las dos partes lo ven así, la lucha de definir LA VERDAD es una realidad.
Por otra parte, si los dos pueden acceptar que son distintos y por eso tienen desacuerdos y que el uno tiene tanta razón como el otro, tranquilamente pueden empezar a negociar para buscar compromisos. En terapia de pareja, mi papel es ser una interlocutora neutral que puede mantener las premisas de este tipo de conversación.
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